MANGA OPINION

La realidad LGBTQ+ en el Japón y el manganime actuales

Por Yer Wells

La diversidad sexual es innegable, y en todo el mundo se están dando cada vez más pasos para visibilizar las diversas realidades diferenciadas en torno a la percepción de la sexualidad de uno mismo y su identidad de género. ¿Qué ocurre en Japón, cómo se conciben estos conceptos? A lo largo de este artículo intentaremos dar respuesta, de manera muy somera, a cómo se vive allí la realidad LGBTQ+.

UN POCO DE HISTORIA…

Para entender la visión actual de la sociedad nipona acerca de esta cuestión, convendría echar un vistazo a ciertos hechos del pasado que resultan del todo curiosos. A pesar de que bien podría haberse hablado de esta realidad antes, no es hasta el siglo X cuando aparecen los primeros registros históricos sobre la homosexualidad en territorio nipón, pese a que se cree que incluso antes, ya en China, los había; sin embargo, al no constar en un registro, no se ha considerado.

En La historia de Genji (s. XI) ya se aprecian referencias a la homosexualidad, ya que en esta historia se habla de hombres que “apreciaban la belleza de los jóvenes héroes”. Asimismo, en la historia de Ise, Isemonogatari (s. XI), también se contempla esta realidad al figurar un poema de un varón escrito para otro:

Es difícil creer
Que estés tan lejos
Porque yo
Jamás podré olvidarte
Y tu cara
Estará siempre frente a mí.

Entre los samuráis también eran comunes las prácticas de iguales entre personas del mismo sexo, promovidos por esa ideología de “joven discípulo que aprende de un hombre mayor más experimentado”, lo cual daba lugar a sentimientos de admiración que en ocasiones se entremezclaban con otra clase de pulsiones.

El mundo del arte, por aquel entonces, también dejaba constancia de este tipo de prácticas en grabados como Cliente lubricando a un prostituto, de Kitagawa Utamaro, por ejemplo. Otros autores conocidos, como Hokusai o Hiroshige, tampoco mostraron pudor a la hora de plasmar estas relaciones en sus grabados y pinturas.

¿Y EN LA ACTUALIDAD?

Estadísticamente, un 9,2% de la población masculina y un 5,1% de la femenina afirman haber tenido alguna vez un encuentro físico con personas de su mismo sexo; además, desde finales del siglo XX, el aperturismo iniciado por Japón hacia el resto del mundo por la globalización está permitiendo dar pasos a este respecto.

Así, el Gobierno de Tokio ha aprobado leyes que impiden la discriminación en el entorno laboral hacia personas de diversas identidades sexuales, con el fin de crear un ambiente seguro y cómodo. Incluso algunas figuras políticas, como Kanako Otsuji, congresista por Osaka, declaró públicamente su homosexualidad en 2005.

Kanako Otsuji

Es frecuente también la aparición de drag-queens y personas transgénero y transexuales en el ámbito de la Cultura Popular, ya sea televisión o cine. Por ejemplo, Akihiro Miwa, una conocida drag-queen, es allí la portavoz pública de una conocida cadena de publicidad que oferta productos de estética y belleza. La cantante y actriz Ataru Nakamura también es bastante reconocida, y sus ventas y popularidad aumentaron exponencialmente tras haber revelado su operación de cambio de sexo de hombre a mujer.

Pese a todo esto, el sexo y la sexualidad siguen siendo un tema bastante tabú entre la sociedad, situación que no cambia al hablar de realidades LGBT. El matrimonio homosexual, por ejemplo, no se encuentra oficialmente reconocido ni legislado, pese a que tampoco se considera algo ilegal; sin embargo, la inexistencia de una ley oficial que diga algo al respecto no ayuda precisamente a su visibilización. Eso sí, en 2008 se aprobó una ley que permite cambiar su sexo legal a las personas transexuales que han pasado por cirugía de reasignación de sexo.

Ataru Nakamura

En el ámbito de la política, destacamos tres importantes figuras que han hecho lo posible por visibilizar estas identidades. En 2003, Aya Kamikawa se convirtió en el primer político abiertamente transgénero; en 2005, Kanako Otsuji reconoció públicamente su homosexualidad y asistió a la festividad del Orgullo celebrada en Tokio; y en 2011, Taiga Ishikawa, además de declararse gay, abrió una organización sin ánimo de lucro que lucha por los derechos de esta comunidad en Japón.

¿Y EN EL MANGANIME?

Una realidad cada vez más palpable lleva reflejándose en el mundo del manga desde hace muchos años. Osamu Tezuka, en La princesa caballero (Planeta, 2018), ya subvirtió los roles de género en esta historia, transgresora para su tiempo. Moto Hagio, en varias de sus historias cortas, también se permite flirtear con estos cambios de género e incluso cuestiona sin tapujos las identidades sexuales, como podemos ver en cierto personaje de ¿Quién es el 11ª pasajero? (Tomodomo, 2016).

Entrando ya más de lleno en el mundo del BL y el yuri, encontramos cada vez más obras que satisfacen al público consumidor de estas historias. Sin embargo, cabría cuestionarse si todas ellas reflejan de forma real y correcta este tipo de realidades.

Así, por ejemplo, Junjou Romantica (Ivrea, 2015), y su spin-off Sekaiichi Hatsukoi (Ivrea, 2018), quizá no reflejan de la forma más sana las relaciones homosexuales, aquí caracterizadas por unas dominancia y agresividad en las que, además, se perpetúan los estereotipos de roles sexuales donde el activo se concibe como el más “masculino” y el pasivo se percibe como alguien más débil y “afeminado”; una realidad que a todas luces está cambiando, y cuyas etiquetas resultan dañinas para la propia comunidad. Cada lector, por supuesto, es libre de percibir esta historia como un mero divertimento o, si desea adentrarse en un análisis más realista de lo que se refleja, darse cuenta de la clase de relaciones que se pretenden hacer pasar aquí como ideales.

Otro de los convencionalismos que se plasman en estas historias es su aparente falta de intensidad. Algunas de ellas simplemente nos dejan intuir el sentimiento romántico y, como mucho, se nos permite apreciar un pequeño beso entre la pareja protagonista. Parece no haber un término medio entre el acto sexual más apasionado y la inocencia, casi familiar, de un pequeño beso. Parece haber miedo, o inseguridad, en torno a cómo reflejar un encuentro sexual de la forma más pura, sin hipérboles ni eufemismos. Esto ocurre, por citar solo algunos ejemplos, en historias como You are in the blue summer (Milky Way, 2018) o Seven Days (Tomodomo, 2014).

Otras autores, como Asumiko Nakamura, sí se implican más en este aspecto, reflejando no sólo interesantes y certeras historias de amor, sino también dejando ver los aspectos más pasionales de una relación, sin llegar (casi) nunca al porno gráfico, como en En la misma clase (Tomodomo, 2014). Otro tema distinto sería el de las filias de algunas de sus historias cortas, (que darían material suficiente para desgranarlo otro artículo), como en la Colección Asumiko Nakamura (Milky Way, 2017).

En otro tipo de historias, la relación romántica viene acompañada de un importante mensaje de superación, originada por algún tipo de dificultad, problemática o exclusión social. Así, en la tierna historia Puedo oír el sol (Milky Way, 2016), no sólo se plasma una relación bonita y compasiva, sino que se refleja una realidad, como es la discapacidad auditiva, con suma delicadeza.

Por supuesto, también hallamos historias que se alejan por completo de cualquier tipo de dramatismo, para centrarse más en la comedia y hacernos pasar un buen rato sin descuidar una correcta representación sexual, como en El chico del súper (Tomodomo, 2018) o Jackass, se mira pero no se toca (Tomodomo, 2018).

La representación de la realidad transformista viene dada por una obra muy reciente, El jefe es una onee (ECC, 2018), que refleja, también a través de personajes furry humanizados, la vida de un oficinista aparentemente serio y disciplinado que por la noche disfruta haciéndose pasar por una mujer y escuchando las penas de sus clientes. Pese a tratarse de una obra en clave de humor, sí se puede apreciar, a través de las dudas de sus protagonistas, la dicotomía entre “quién soy” y “quién quiero ser”, reflejadas en forma de dudas sobre si el resto del mundo lo entenderá… o si simplemente debería dejarse llevar y no pensar en el qué dirán.

El ámbito del yuri (Girls Love), en contraste, es un terreno por desgracia poco cultivado en nuestro país; pero no podíamos dejar de mencionar algunas obras que marcaron un antes y un después en el género. Así, Citrus (Ivrea, 2016) abrió en parte la veda a traer este tipo de temáticas; sin embargo, a pesar de ser una de las obras más aclamadas y demandadas del género, no está obteniendo las ventas esperadas. También se intentó con Flores azules (Milky Way, 2015), una de las obras que mejor representa esta realidad y con una sensibilidad que sabe tocar al lector. Una vez más, la fortuna no le acompañó en número de ventas.

No podíamos dar carpetazo a este artículo sin mencionar Mi experiencia lesbiana con la soledad (Fandogamia, 2018), que se adentra en la vertiente más dura y psicológica de la identidad sexual, acompañado todo ello, además, de interesantes reflexiones sobre el paso a la adultez, la búsqueda de nuestro lugar en el mundo y las inseguridades corporales acerca de nuestro aspecto y el cómo nos ven los demás. Una obra del todo recomendable.

¡Esperemos que os haya gustado este análisis en torno a la representación sexual en el manga y en Japón! ¡Todos los comentarios, sugerencias e ideas son más que bienvenidas!

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Sobre el autor...

Yer Wells

Lector de manga desde hace más de diez años y habitual redactor sobre este campo. Me maravillan las historias raras y busco sorprenderme en cada lectura. Lo mainstream no está reñido con la calidad.

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