Una vez más, obra destacada del año… En diciembre de 2015 (ayer, como quien dice), llegó a nuestras estanterías la última obra de Paco Roca, autor que este 2016 volverá a dar que hablar gracias a la adaptación cinematográfica que se está preparando de Memorias de un hombre en pijama. Vista la enorme acogida que obtuvo su anterior traslación a la pantalla, Arrugas (con dos premios Goya incluidos), son pocos los cinéfilos los que no esperan como de agua de mayo el próximo estreno.
Pero no nos vayamos por las ramas. el tebeo que nos trae aquí es La Casa, personalísima ficción que sirve al autor valenciano para rendir un tributo póstumo a su padre. Un emocional homenaje del que, en mayor o menor medida, todos podemos apropiarnos y así acercarnos e intentar comprender (y conocer) un poco más a la generación de nuestros padres.
La casa la protagoniza un hombre al que vemos por primera y última vez en una secuencia inicial portentosa. Doce viñetas cargadas de lirismo y que sumergen al lector de forma instantánea. Todo lo que conocemos de Antonio es lo que nos cuentan de él, los recuerdos que guardan sus hijos y una casa que fue su proyecto vital.
Así, la historia nos traslada un año después de la muerte de Antonio y nos presenta a sus tres hijos, reunidos en la casa familiar en la que pasaron buena parte de los veranos de su infancia, con la misión de adecentarla y venderla. Tras años sin pasar por el lugar, los recuerdos les llegan de golpe y, mediante las pequeñas chapucillas que van haciendo para arreglarla, descubren no solo cosas de su padre, sino también de ellos mismos. Y es que la casa que da título al libro y que sirve de escenario del mismo es, al mismo tiempo, la personalización del padre de los personajes (y por ende, del propio Roca). Reparándola se despiden de su propio padre, de toda una vida que ha llegado a su final.
La Casa funciona además como homenaje a toda una generación de españoles, aquella que levantó con sus propias manos (figurada y literalmente) un país que venía sufriendo una absurda posguerra. Antonio, como tantos coetáneos suyos, soñaba con formar una familia y tener un hogar en el que refugiarse en los periodos estivales y que sirviera de lugar de encuentro para los suyos, con quienes compartir los buenos (y también malos) momentos. En un país pobre, que aún luchaba por salir adelante, la única forma de ver cumplidas esas aspiraciones y legar a los hijos aquello que a ellos se les había negado, era trabajar uno mismo. Antonio, cargado de entusiasmo construyó, ladrillo a ladrillo, ese hogar soñado, ayudado por su mujer y sus hijos.
La vida por aquel entonces tenía sus dificultades, obvio, pero como bien refleja la novela de Roca, no estaba pervertida por ese ansia consumista que nos tiene esclavizados hoy día.
El estilo del autor es inconfundible, trabajando un relato de corte costumbrista en la que son los pequeños detalles los que engrandecen el conjunto de la obra. Demuestra moverse muy bien en la narración a dos tiempos, presentando la situación actual a la vez que, recuerdos mediante, retrata la juventud e infancia del protagonista ausente. Este juego de cohabitación entre presente y pasado, le permite, también, jugar a nivel estético con la configuración de algunas páginas, evitando la monotonía en la composición de las viñetas.
La Casa es un libro muy emotivo, que a buen seguro ganará nuevas y diferentes capas a medida que el lector se acerque a él en según qué momentos vitales.
Comentar