MANGA

El progreso social mediante el BL

La literatura, como toda forma artística, es un reflejo de la sociedad de cada época. No dejamos de ser hijos de nuestro tiempo, aunque haya creadores y creadoras más subversivos que se adelantan y parecen vislumbrar un futuro que el resto de los mortales no somos capaces de imaginar. El manga, claro está, también es un claro ejemplo de cómo el ser humano, como animal social y gregario, cambia y evoluciona (esencialmente a mejor). En este artículo analizaré cómo la sociedad (japonesa y española) ha cambiado a través de esta demografía, es decir, el progreso social mediante el BL.

BL GLénat

NO LE LLAMES YAOI, YA NO

En Japón, los mangas de temática BL (en aquella época se usaba el término shonen-ai, que no deja de ser una traducción directa del que hoy tenemos) nacieron fundamentalmente en publicaciones de demografía shojo. Hasta entonces, eran hombres quienes creaban historias románticas en su totalidad, y en ningún caso rompían la heteronormatividad. Tuvieron que llegar autoras como Keiko Takemiya o Moto Hagio (integrantes del conocido Grupo del 24) para desafiar las concepciones. En sus obras, exploraban sin tapujos ni cortapisas distintas relaciones románticas, protagonizadas incluso por chicos. Se alejaban así de las habituales narrativas de chica conoce a chico.

No en vano, en 1960 fue Takemiya precisamente quien creó la que se podría considerar primera obra de la demografía, titulada Shōnen no na wa Gilbert (El chico se llama Gilbert). Pretendía romper con todo lo establecido y presentar nuevas formas de concebir el manga shojo. En 1974, Moto Hagio se sumó a esta ruptura con la famosa obra Thomas no Shinzo (El corazón de Thomas), sobre la amistad y el floreciente amor entre chicos de un internado alemán.

Poco después, en 1976, se lanzó una de las obras clásicas más conocidas y queridas de Takemiya, La balada del viento y los árboles (Milky Way Ediciones, 2018-2020). La obra no solo habla de las duras condiciones de su protagonista, tocando temas como la violación o el incesto, sino de las dificultades de amar cuando sientes de forma «distinta» a los demás. Este manga se ganó el cariño de crítica y público y ahora, por fin, podemos disfrutarla al completo en España.

El germen del BL ya estaba plantado, y poco a poco se fue extendiendo con la publicación de diversas revistas temáticas en las que se contaban historias de amor homosexual. Sin embargo, también floreció un término que hoy día se ha prácticamente erradicado y que, por aquel entonces, parecía albergar una connotación más sucia. La palabra yaoi parecería referirse únicamente, de forma errónea, a historias de amor entre hombres con una alta carga erótica y sexualizada. Buena prueba de ello son las publicaciones que nos trajo La Cúpula, con portadas de torsos desnudos y el letrero con el término yaoi bien colocado a la vista.

Claro está, no se les puede culpar. En esa época la palabra corría de boca en boca entre el fandom, y no nos parábamos a pensar que era un término que tuviera connotaciones negativa. De forma literal, yaoi significa algo así como «sin sentido, sin argumento». Llamar así a estas obras, pues, genera un cierto despectivismo, como si fuesen historias de menor categoría y no pudiesen estar consideradas como algo normal.

Bl La Cúpula

¿PORNOGRAFÍA HOMOSEXUAL?

En España, el manga de esta demografía (pues ya genera tal volumen de publicaciones y ventas que ha alcanzado este estatus) no caló demasiado bien al principio. Fue en 2001 cuando llegó el primer entonces llamado yaoi a nuestras tiendas, cuando en Japón este tipo de obras ya llevaban coleando unos cuantos años. Se trató de Zetsuai 1989, de Minami Ozaki. Poco más tarde, en 2005, se unió Norma con Kizuna, de Kazuma Kodaka y Fake, de Sanami Matoh. Ninguna de estas publicaciones logró unas ventas decentes, e incluso los intentos posteriores de Ivrea o La Cúpula por traer este tipo de obras no fructificaron en nada.

Podemos achacarlo a varios factores. Por un lado, la industria del manga, lejos de ser el gigante mainstream que es hoy, estaba apenas asomando la patita. El público objetivo ya era de por sí bastante reducido, más aún cuando hablamos de obras que, en estos casos, bien podrían considerarse de nicho. A esto se la suma una sociedad que todavía no estaba preparada. Por mucho que el movimiento LGTB ya estuviese asentado, todavía quedaba mucho camino por recorrer. Recordemos que no fue hasta 2005 cuando se legalizó el matrimonio homosexual en España.

El manga todavía era considerado una cosa de frikis y… ¿qué pasa si encima de friki eras marica, bollera o trans? Pues efectivamente, que el manga acusa también esta falta de apertura social. Por no hablar de que la imagen que en aquel entonces se le daba era bastante erotizada. Por supuesto, no había nada de malo en ello, pero sí generaba una impresión demasiado simplista en el público ajeno a esto, tildando estas obras de «pornografía barata» y asumiendo que el yaoi (BL) era solo eso. Todo por el único motivo de que eran el tipo de obras que nos llegaban y la lógica ignorancia que había por aquel entonces.

BL Tomodomo

APERTURA DE MIRAS

Por todo los factores arriba mencionados, entre los años 2008 y 2014, ninguna editorial se atrevió más con el llamado yaoi. Curiosamente, en otros mercados como Francia o Reino Unido esta demografía entró con muy buen pie, generando incluso sellos propios dentro de grandes editoriales. El público demandaba mangas distintas, más acordes a sus formas de sentir y pensar. Hubo intentos en nuestro país incluso a través de iberomangas BL, tales como Stallion o Saihoshi, de Studio Koshen, publicados por Ivrea. También otras editoriales como Planeta Cómic lo intentaron con obras como Cómo matar al dragón o Las mil y una noches (este un manhwa). Al igual que Mangaline lo intentó con Vassalord. Ninguna de ellas se completó por bajas ventas.

Tampoco ayudó la importante crisis económica que vivió España a partir de 2008, durando varios años. Las editoriales disminuyeron drásticamente el número de licencias, y apostaron únicamente por lo seguro, por obras con un público objetivo más claro y grandes éxitos comerciales avalados por Japón o por la emisión de algún anime.

España pareció vivir un estancamiento, relegando las obras shojo y BL a una sequía demasiado larga. Las redes sociales tampoco tenían la repercusión y auge de hoy día, por lo que pese a que existiese público que demandara este tipo de obras, al no tener presencia social, las editoriales parecían entender que el mercado estaba bien como estaba. Tuvo que llegar una editorial pequeña para poner de nuevo sobre la mesa el valor del BL. Fue Tomodomo, compuesta únicamente por dos mujeres, quien relanzó en nuestro mercado el BL (término que parecía empezar a acuñarse en detrimento del despectivista yaoi).

Seven Days, de Venio Tachibana y Rihito Takarai, publicada entre 2014 y 2015, abrió la veda. Le siguieron rápidamente En la misma clase, de Asumiko Nakamura (autora ahora consolidada en España); Senpai, de Bikke o ¿Quién es el 11º pasajero? de la mencionada anteriormente Moto Hagio. Afortunadamente, el público pareció responder bastante bien a estas obras, lanzando un claro mensaje: el mercado ha crecido y ha progresado.

La editorial decía estar contenta con los resultados de estas obras, y por fin el BL empezó a florecer de nuevo en nuestro país. Por fin se escuchaba a aquel sector del público que parecía tener que contentarse con lo que se publicaba. Ese sector que reclamaba obras más acordes a sus inquietudes y formas de entender el mundo.

Así pues, el boom llegaría poco después, cuando Ivrea nos trajo Junjou Romantica, tras duras y complicadas negociaciones. En su día, fue uno de los animes más vistos por el público. De alguna manera, esta obra llevó el BL al mainstream, pues su éxito fue tan inesperado como global. No obstante, vista desde una perspectiva más madura, aquella que otorga el paso del tiempo y el progreso social, podríamos calificar a Junjou Romantica de una obra nada positiva. Todas sus relaciones tienen una carga tóxica, sus personajes son posesivos y, por si fuera poco, perpetúa estereotipos.

A lo largo de muchos, muchos años parecía que las obras de esta demografía tuvieran que ceñirse claramente a dos términos. Las palabras seme y uke parecían definir toda clase de relación sexual entre dos hombres. Estos términos provienen de las palabras semetai (introducir) y uketai (recibir), aludiendo claramente a la posición de cada sujeto durante el acto sexual. En principio, no tiene por qué haber nada malo en asumir un rol sexual en el que cada persona se siente más cómodo, de igual forma que sucede en la vida real. Sin embargo, existía (y aún existe pero en mucha menor medida) la concepción asumida de que el seme tenía que ser el hombre fuerte y masculino y el uke había de ser el llamado débil y afeminado. No solo resulta erróneo desde su base, sino que se asimilaba el carácter frágil y endeble como algo femenino.

BL Panini

UN MERCADO ABIERTO Y POSITIVO

Para no alargar mucho más este artículo, huelga decir que hoy día el mercado manga es más fuerte y potente que nunca. Cientos de mangas pueblan cada mes las estanterías y el cliente, ya diversificado y con inquietudes de lo más variadas, puede elegir lo que desea. Hay prácticamente de todo. Bien es cierto que el GL (Girls’ Love) sigue siendo una materia pendiente. Con todo, está claro que lejos estamos de aquellos años oscuros en los que «elegir» no parecía una posibilidad.

No solo se publican obras BL entendidas como tal, sino mangas que desarrollan esta temática, llevándola a lados más sociales y reflexivos. Obras como Sombras sobre Shimanami (Tomodomo, 2017-2019), nos invitan a reflexionar sobre la culpa de la sociedad, el acoso a las minorías sociales y el proceso de autoafirmación y comprensión que atravesamos las personas del colectivo. Otras, en un tono costumbrista muy positivo y edificante, como El marido de mi hermano (Panini Manga, 2019), nos hablan de tú a tú de inclusión, comprensión y respeto. En ese mismo tono juega la otra obra del mismo autor, Gengoroh Tagame, Nuestros colores (Panini, 2022).

Más allá de esto, incluso se tratan temas como las discapacidades funcionales, unidas a personajes LGTB. Así, en obras como Puedo oír el sol (Milky Way, 2016-2021), se nos habla del déficit auditivo, poniendo el foco no solo en la diversidad psico-afectiva, sino también en la funcional. Hoy disfrutamos de un mercado rico, variado y diverso en el que cada lector puede encontrar su manga. Aquel que le haga sentir, le haga pensar y le emocione de una forma personal. Son claros síntomas de que el mercado ha crecido a medida que lo ha hecho su público, convirtiendo al manga en el tipo de cómic más vendido de España, únicamente por detrás de gigantes imbatibles como Marvel o DC.

Gracias a los avances sociales, al activismo LGTB y a la apertura de miras incluso en países como Japón (donde cada vez más autores y autoras salen del armario), hoy día podemos decir sin miedo que el manga también refleja de forma sana y atractiva diversas formas de entendernos, de querer y de relacionarnos. Incluso aquellas obras más polémicas se pueden disfrutar, pasándolas por el filtro de la ficción e invitando a una interesante reflexión entre sus consumidores.

Solo nos queda desearos un feliz mes del Orgullo, que lo disfrutéis con vuestras personas queridas y que sigamos disfrutando de historias por y para la diversidad. Ojalá el mercado siga ampliándose y leer manga sea como leer una novela, sin prejuicios ni distinciones. ¡Esperamos que os haya gustado este artículo sobre la progresión social mediante el BL! ¡No olvidéis dejar vuestras opiniones!

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Sobre el autor...

Yer Wells

Lector de manga desde hace más de diez años y habitual redactor sobre este campo. Me maravillan las historias raras y busco sorprenderme en cada lectura. Lo mainstream no está reñido con la calidad.

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