El pasado 11 de febrero falleció Jirô Taniguchi, uno de los artistas de manga más reconocidos internacionalmente y ampliamente publicado en nuestro país. Como homenaje, repasamos su extensa y genial carrera.
Jirô Taniguchi nació el 14 de agosto de 1947 en la ciudad de Tottori, en el seno de una familia “llena de deudas y suficientemente pobre”, con un padre peluquero y una madre ama de llaves y empleada de un pachinko. Debido a su frágil salud, el pequeño Jirô pasaba muchas horas dibujando y leyendo.
Si bien en su juventud fue lector de shônen, comenzó a interesarse en el seinen y el gekiga a finales de los 60 gracias a la influencia de Yoshihiro Tatsumi (autor de Una vida errante) y la revista Garo, pionera del manga realista y que llegó a incluir obras experimentales y/o con crítica social y trasfondo político y antiautoritario.
En 1969 decide convertirse en mangaka, por lo que viaja a Tokio para trabajar como ayudante de Kyûta Ishikawa durante cinco años; en 1970 publica su primera obra, Kareta heya, a la que siguen algunas incursiones en el manga erótico y el trabajo como ayudante de Kazuo Kamimura, creador de Lady Snowblood (una de las influencias de la película Kill Bill) e Historia de una geisha, entre otros.
Es en esta época cuando descubre el cómic europeo, desconocido en Japón por aquel entonces y que influirá mucho en su estilo de dibujo, especialmente en la claridad de su trazo siguiendo la escuela de la “línea clara” de origen franco-belga acuñada por Hergé, el padre de Tintín.
A principios de los 80 refuerza su independencia como autor con historias policíacas y aventureras como Enemigo (publicado en nuestro país por Ponent Mon en 2013), Hotel Harbour View (Planeta Cómic, 1993) o Crónicas de la era glacial (publicado por Planeta en la revista Shonen Magazine en 1995 bajo el título Sobrevivir a la era glacial, y recopilado en dos tomos en 2016); pero es su manga histórico La época de Botchan, que trata sobre la política y la literatura de la era Meiji, uno de sus títulos más destacados.
Ya en la década de los 90 se centra en la vida cotidiana, las relaciones entre las personas y la posición del ser humano con respecto al mundo que le rodea; es en este momento cuando aparece el que posiblemente sea su manga más famoso, Barrio lejano (1998, publicado por Ponent Mon por primera vez en 2003), que causó una gran impresión en Occidente y, especialmente, en Francia (que ya conocía su trabajo por su colaboración con Moebius en Ícaro), que le otorgó el prestigioso premio del Festival de Angoulême en 2003.
Durante ese periodo crea muchos de sus mangas más conocidos, como El almanaque de mi padre (publicado por primera vez por Planeta Cómic en 2001), El caminante (Ponent Mon, 2004), El gourmet solitario (Astiberri Ediciones, 2010) o El olmo del Cáucaso (Ponent Mon, 2004), además de un pequeño regreso a sus orígenes con la policíaca El rastreador (Ponent Mon, 2006).
Taniguchi también empieza a explorar en profundidad la relación del hombre con la Naturaleza, utilizando como recurso recurrente el alpinismo en obras como Blanco (Ponent Mon, 2010, cancelada), El sabueso (Ponent Mon, 2013), El viajero de la Tundra (Ponent Mon, 2006), K (Otakuland, 2005, con guión de Shiro Tosaki) o La cumbre de los Dioses (Ponent Mon, 2007, con guión de Yumemakura Baku).
En los últimos años su producción había descendido bastante debido a la larga enfermedad que finalmente causó su fallecimiento, aunque tuvo tiempo de terminar el primer volumen de una nueva obra llamada El bosque milenario.
Confeso admirador del cine de Yasujirô Ozu, de quien intentó recuperar el mismo ritmo y simplicidad de películas como Cuentos de Tokio, Jirô Taniguchi constituyó uno de los puentes más sólidos entre el cómic occidental y el oriental, colaborando asiduamente con Frederic Boilet, creador de la corriente Nouvelle Manga.
A través de sus obras, transmitía una mirada calmada, detallista y clarividente del mundo que nos rodea, con historias sencillas (que no simples), retratando el lado más cotidiano del ser humano sin grandes pretensiones ni complicadas filosofías. Una visión cristalina y bella nacida de un autor de gran talento.
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