El pasado 18 de marzo llegaron a los cines españoles dos nuevas películas de Ghibli de la mano de Vértigo Films, El recuerdo de Marnie y El cuento de la Princesa Kaguya.
La segunda, estrenada originalmente en 2013, es el último largometraje dirigido por Isao Takahata (La tumba de las luciérnagas), uno de los pilares fundamentales del famoso estudio junto a Hayao Miyazaki.
Basada en la leyenda de El cuento del cortador de bambú (Taketori Monogatari), considerada como la obra en prosa más antigua en japonés, la historia está protagonizada por Kaguya, una misteriosa niña que es encontrada dentro de un brote de bambú por un leñador que, fascinado por ella, la adopta y educa como si fuese una princesa. A partir de ahí se narra su vida diaria desde que es un bebé hasta su adolescencia, tomando elementos de las distintas versiones del relato original para dar una narración coherente.
El apartado visual llama la atención desde el primer momento, intentando recrear los rollos pictóricos del Japón medieval, cuyas historias se leían a medida que se iban desenrollando. La animación recurre a trazos de lápiz y colores planos para representar personajes sencillos pero muy expresivos, mientras que los escenarios utilizan la técnica de la acuarela. Esto, unido a un inteligente uso de planos fijos y otros con movimiento horizontal, como si estuviésemos leyendo un rollo pictórico, da mucha personalidad y fuerza al conjunto, donde hasta las imperfecciones son bellas. Un gran ejemplo es la huida del castillo durante la noche, una de las escenas más impresionantes de la animación japonesa en los últimos años.
La película transmite perfectamente el tono agridulce de la vida de la protagonista, en la que se intercalan momentos alegres con otros en los que prima la tristeza y la resignación. La nostalgia de Kaguya, consciente de que se aleja de la felicidad cuando más cerca de ella debería estar, y el hecho de que es alguien diferente que nunca podrá encontrar su lugar, dan mucha fuerza a la trama. El ritmo es calmado y solemne, tomándose su tiempo para desarrollar el personaje principal pero siempre ofreciendo emoción y sensibilidad en cada escena. El tramo final es excepcional, un broche sobrecogedor que resume muy bien todos los matices del largometraje. Además, la banda sonora de Joe Hisaishi acompaña el relato de forma sublime.
El cuento de la Princesa Kaguya es una historia agridulce que mezcla con sabiduría elementos fantásticos con otros del tradicional slice of life de Ghibli. A pesar de tener un ritmo lento, mantiene el interés en todo momento, ofreciendo una poderosa carga emocional que convierte esta película en una de las mejores del estudio.
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